La importancia de una leyenda
El ferrocarril trae a la ciudad a un hombre importante, un pez
gordo de Washington, un senador. Ha venido con su mujer al funeral de
un hombre anónimo y solitario, un hombre que durante sus últimos
años "nunca llevaba ya su pistola", un hombre pobre,
enterrado en una caja de madera barata sin sus botas, ni sus
espuelas. ¿Quién ha muerto?, pregunta el periodista que espera en
la estación alguna noticia digna de ser publicada. Casi nadie en el
pueblo sabe a quién van a enterrar hoy. ¿Por qué viene un senador
al entierro de un donnadie?, se preguntan los periodistas. La
historia de estos dos hombres, es la historia del hombre que mató a
Liberty Valance, pero no sólo, también es la historia del fin de
una época, de la transición de las caravanas al ferrocarril
(cuántos grandes westerns ha dado al cine la llegada del
ferrocarril), de la construcción de un estado, de las bases de la
democracia y de la libertad de prensa, de la llegada de la ley al
salvaje oeste... Y es una historia de amor, y de honor. Todo eso
abarca, en poco más de dos horas, El hombre que mató a Liberty
Valance, para el que esto
escribe, la obra cumbre de John Ford y, por tanto, una de las mejores
películas jamás rodadas. Es, además, su última gran obra maestra.
Después dirigió cuatro películas más, además de un fragmento de
La conquista del Oeste. Entre ellas, las muy notables La
taberna del irlandés o
El gran combate,
pero,
en mi opinión, no volvió a alcanzar ese nivel. Supone, por tanto,
una especie de legado final del que para muchos es el mejor director
de la historia del cine. Como dijo Orson Welles cuando le preguntaron
por quién era el mejor director de cine del mundo, "Hay tres,
John Ford, John Ford y John Ford"